Cuando ganó los 7 Tour permanecía tan sereno en los momentos críticos que parecía que no tuviera sangre en las venas. Y por lo que ahora sabemos, casi era verdad. Armstrong llevaba en las venas de todo menos su sangre. Si Drácula le hubiera mordido, el conde hubiera terminado en un afterhours. Pero esas transfusiones del tejano han desangrado al ciclismo.
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